🌿 Todo lo que ves fuera… es lo que llevas dentro

Hay días en los que el cuerpo no está enfermo, pero el alma sí.
Te despiertas y no es solo que estés cansado.
Es otra cosa.
Un vacío. Una falta de sentido.
Como si todo lo que antes tenía color, ahora estuviera en escala de grises.
Y no sabes bien por qué.
Porque, en teoría, “todo está bien”.
Pero tú no lo estás.
Hay un tipo de agotamiento que no desaparece con una siesta,
ni con café, ni con una tarde libre.
Es más profundo. Más silencioso.
Es ese “no sé qué” que arrastras día tras día… y que nadie parece notar.
Lo ocultas bien. Cumples. Trabajas. Respondes mensajes.
Pero por dentro estás exhausto.
No de correr.
Sino de fingir.
De soportar.
De seguir adelante cuando ya no puedes más.
Y lo más importante:
Sientes que necesitas algo… pero no sabes exactamente qué.
Porque cargas con demasiadas expectativas.
Porque callas lo que duele.
Porque has estado posponiéndote por tanto tiempo… que ya ni recuerdas lo que
soñabas.
El alma se cansa cuando se la ignora.
Cuando se vive más hacia afuera que hacia adentro.
Cuando dejas de escucharte, de cuidarte, de darte lo que necesitas de verdad.
No necesitas irte lejos ni tomar decisiones drásticas.
Empieza por lo simple, lo sagrado, lo pequeño:
Sanar el alma es volver a uno.
Y muchas veces, eso empieza con un susurro: “Me merezco descansar, no solo
dormir.”
Este cansancio invisible no es debilidad.
Es una llamada.
Una invitación a volver a ti, a reconectar, a sanar desde dentro.
Tu alma no está rota. Solo está cansada.
Y merece cuidado, amor y descanso tanto como tu cuerpo.
Escúchala.
🕊️ ¿Te sentiste
identificado?
Comentarios
Publicar un comentario